|
Uno de los C.A.D.O.L. "de larga"
|
Esta tradicional empresa cordobesa cumplía dos tipos de servicios: los de media distancia de jurisdicción provincial y otros más largos que eran interprovinciales. Con el tiempo ambas secciones se separaron y los de larga distancia terminaron en manos de Cacorba a través de CADOL de Cacorba S.A.T.
Esta imagen presenta a uno de los coches asignados al último segmento de servicios nombrados. Es de gran porte, carrozado sobre un chasis International K-7 de comienzos de los '40. Su volante parece estar del lado izquierdo, pero es de suponer que fue cambiado de lado. No pudimos identificar su carrocería. ¿Alguien puede reconocerla?
|
|
Rate this file (current rating : 4 / 5 with 2 votes) |
|
|
|
|
|
|
Cooperativa Automotor de Obreros Ltda. - C.A.D.O.L.
“Los coches de la tierra”
Nos comenta Don Marcelo Franco que se denominaban “Coches de la tierra” a aquellos colectivos que realizaban su recorrido por caminos vecinales de tierra, donde no cualquier chofer se animaba o estaba dispuesto a hacerlo.
He aquí otro relato que nos dejó Don Juan José Curiotti, basado en el trayecto que hacía la C.A.D.O.L. desde la Ciudad de Córdoba hasta la localidad de La Rinconada (unos 230 km de recorrido aproximadamente), que si bien y como se dijo en uno de los párrafos anteriores, no correspondería al objetivo principal de este trabajo, es bueno conocerlo y destacarlo, pues el colectivo era el único medio de comunicación de aquellas poblaciones muy aisladas del noreste provincial, donde circulaba por caminos muy malos y pasando por lugares en su mayoría empobrecidos y postergados.
Estas historias que dejan los caminos, en este caso, por las que circulaba el colectivo C.A.D.O.L., se relata una breve y entretenida vivencia trasmitida por María Esther Castro, una maestra rural que hizo gran parte de esos recorridos para cumplir con su vocación.
Recorrido: Córdoba - La Rinconada
Mes de febrero del año mil novecientos ochenta y siete.
Me encontraba viajando en el colectivo “trompita” de la Empresa C.A.D.O.L., con destino a Puesto de Castro. Un pueblito que luchaba por crecer entre polvaredas y mallines.
El camino me parecía muy largo, tal vez por el estado de ánimo al ver tanta tierra suelta o la aridez de aquel paisaje...
Tal vez el recorrido se me hizo extenso porque en cada casa que se levantaba a orillas del camino rural, “alguien” esperaba el paso del ómnibus ya sea por una carta, alguna encomienda o algún recado especial... Y así entre aquellos pasajeros resignados a su suerte, viajaban cabritos recién carneados, reses vacunas o cajas con huevos...
Con los últimos rayos de luz, hice mi arribo a ese poblado.
Me sentía una extraña entre los lugareños; más aún cuando sentí en mi ser las miradas curiosas de los viciosos que siempre aguardaban la llegada del transporte público, haciéndome un “estudio radiográfico” ...
No recuerdo quién se acercó a preguntar si era la nueva maestra y me indicó un hospedaje...
Al entrar al cuarto asignado, dejé caer mi equipaje en el piso. Me senté sobre la cama y llevando la cabeza entre mis manos, me pregunté “¿Qué hago yo acá?”.
Dándome ánimos para sobrevivir esa noche que parecía eterna me dije a mí misma “Mañana me iré temprano”... “No volveré”... “Esto no es para mí”...
Las horas que siguieron me encontraron desvelada.
Con las ansias de regresar rápido a mi casa y reencontrarme con los míos, temía entregarme al sueño y no escuchar el timbre del despertador. A las seis y treinta horas, regresaba otra vez el colectivo que me había traído, partiendo de La Rinconada con destino a Córdoba. ¡Oh civilización! Ya sentía añoranzas por
la urbanidad...
Pero quiso el destino que una tenue llovizna a mis lágrimas angustiosas la acompañara...
Y la espera se hizo larga... ¡El bendito colectivo nunca apareció!
Escuché decir, entre los pasajeros en la misma situación que la mía, que durante la noche, previniendo la lluvia, había regresado a Sebastián Elcano tomando otro camino.
No hablaba... No quería entablar relaciones sociales...
No sé el tiempo que estuve ahí parada en la plaza dando lástima, tal vez por mi soledad...
Al cabo de un rato, algunas personas se me acercaron...
Poco a poco, aquel llanto silencioso dio lugar a un hermoso diálogo, entre preguntas y respuestas concretas pasé de la angustia a una espera tranquila.
No faltó la mano solidaria que puso un bálsamo a esta situación, acercándome hasta Las Arrias y poder tomar otro colectivo que me llevara a mi destino. Era el corredor que habitualmente recorría el tramo de Rosario del Saladillo, Las Arrias, La Dormida, Deán Funes.
“Gente con sueños... con esperanzas de un mundo mejor”, pensaba mientras el transporte me acercaba a San José de la Dormida, reflexión que me ayudó a tomar la decisión final: “¿Por qué no afrontar el desafío de ser maestra en ese lugar?”... “Dos años para solicitar traslado es suficiente”.
Con ese propósito acepté trabajar en esa Escuela…
¡Dos años que se convirtieron en largos trece años!
Querían ser escuchados…
Los escuché.
Querían mi tiempo joven…
Se lo entregué.
Querían trabajar…
Los dejé hacer.
Querían amistad…
Los conquisté.
Querían soñar…
Los dejé volar.
Querían ser amados…
Los amé.
Querían alegría…
Los hice sonreír.
Continuará …
Don Cheva... nuevamente gracias por esta hermosa historia que nos acercó. Me veo impulsado a preparar más fotos de esta empresa, para conocer más historias...