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Agradecimientos

 Pese a que he ideado y escrito cada una de las notas que conforman esta página, el Alejandro Scartaccini – Editor responsable que aparece en la portada día a día se me presenta más antipático e injusto.

La gran cantidad de correo electrónico con felicitaciones y elogios hacia mi página y mi persona no puede más que enorgullecerme. Pero me dejan un leve sabor amargo, porque esta obra no es sólo mía, es el producto de décadas de trabajo en equipo cuyos integrantes, hasta ahora, no fueron reconocidos y permanecen anónimos. Y siento esta circunstancia aún más injusta.

Créase o no, éste es el resultado del desinteresado aporte de centenares de personas. Es seguro que olvidaré a muchas, injusticia aún mayor, pero si enumerara a todos esta ¿breve? nota se convertiría en el cast de una producción de Hollywood, con best boy grip y todo.

Quiero que este agradecimiento alcance a todos aquellos aficionados que me conocen. Que, pese a que no figuren en estas líneas, sepan que también están dirigidas a ellos.

¿Por donde empezar? Duele hacer un orden cuando en realidad no existe. Molesta anteponer algunas personas a otras ya que todos los aportes fueron, son y serán importantes, desde una pequeña foto hasta una carretilla llena de datos. Quiero que aquellos que figuren más abajo no se molesten por ello. Sepan que, vieja regla matemática, el orden de los factores no altera el producto.

Debo empezar por el principal responsable de que BusARG esté en la red: mi webmaster y buen amigo Cristian Ariel Luna. Sin él la página no existiría, por el simple hecho de que mis conocimientos sobre el armado de páginas web son incalificables, un simple cero a la izquierda. Gracias a él BusARG goza de buena salud. No puedo más que estar agradecido por su paciencia (no es fácil aguantar mi insistencia correctora cuando detecto un error de ortografía, una foto mal subida o alguna corrección que hacer) y por comenzar a sumergirme en el apasionante mundo de Internet.

Tampoco este trabajo sería posible sin la colaboración de Sergio Ruiz Díaz y Aníbal Trasmonte, dos señores historiadores del transporte que desde hace más de dos décadas se dedican a recopilar información de las más diversas fuentes. Representan algo así como el gurú Maharishi para los Beatles, verdaderos pioneros en la investigación histórica a quienes les debo buena parte de lo que he logrado por aprender a su lado, desde adolescente.

Pero no son los únicos: no puedo olvidar a Horacio Donadío que, si bien hace años que no lo veo, también aportó lo suyo, a Ricardo Ferretti, con quien me reencontré gracias a la página y que colabora con mucho entusiasmo con excelente data histórica, a Eduardo Maciel, otro viejo amigo y a los más nuevos como Sergio Hernández, reclutado para la causa gracias a BusARG y que también colaboró con datos que no conocía.

Le guardo un especial agradecimiento al periodista Carlos Achával con el que, además de pasar horas en viejos y buenos bares enriqueciendo mis conocimientos con sus relatos de historia pura, me enseñó los principios básicos de redacción que permiten que las notas ofrecidas resulten, al menos, medianamente agradables de leer.

Igual de especial quiero que sea el agradecimiento a todos los empresarios, transportistas o carroceros, que colaboraron con nuestro tan peculiar rescate de historia. Son muchos de enumerar, felizmente, y les debemos muchísimo.

Y también quiero agradecerles mucho a aquellas personas que nos han cerrado sus puertas, ya que no todas son rosas ni toda la gente accesible o bien predispuesta. Pero íntimamente sé que algún día, cuando nos tomen en serio, nos franquearán el acceso.

Tampoco puedo olvidar a los compañeros de tantos viajes emprendidos en busca de un pedacito más de historia o para registrar la actualidad.

De entre todos ellos, sobresale mi buen y viejo amigo el Ruso Osvaldo Abner. Desde 1984 hasta hoy, calculo en decenas de miles los kilómetros que recorrimos juntos, en persecución de escurridizos fierros. Pero tampoco es el único: no puedo olvidarme de Gregory Aslangulian, Aldo Daneri, Carlos y Rodrigo Chamorro, Horacio Máspero y tantos otros, que injustamente he olvidado.

No puedo pasar por alto, además, a mi barra de agentes secretos, fisgones y husmeadores, mis auténticos ministros de relaciones exteriores que forman un equipo excepcional. Cuando recorren empresas, con el objetivo de registrar fotográficamente el momento presente, no olvidan la búsqueda de viejas fotos entre directivos y componentes, con el objetivo de reproducirlas in situ.

Y no tardan en llamarme, con la entrevista arreglada, para que concurra con mi equipo fotográfico. No tengo más que agradecimiento para Guillermo Musso, Fernando Carnevale, Luis Méndez y Pedro Teisa, que me han permitido conseguir imágenes invalorables para mi archivo, muchas de las cuales se pueden disfrutar en la página.

Y si seguimos en el tema de la fotografía, debo agradecer a todos aquellos aficionados que comparten sus colecciones desinteresadamente. Todo mi agradecimiento para Mario Taboada, los hermanos Jorge y Daniel Facca, José Luis González, Gustavo Del Manzo, Claudio García, Christian Da Costa Lópes, Diego Spezia, Jorge de Martino, Pablo Masini, Gonzalo Castro, Carlos A. Sisto, Jorge L. San Martín, Daniel Bernardo, Leonardo Maddoni y muchos otros amigos omitidos en estas líneas, pero con los que estoy igual de agradecido.

Y si hablamos de amigos, a través de esta afición he logrado muchos. Y de los buenos.

A muchos los he nombrado más arriba y otros aguardan su mención en lo que queda del texto, pero he logrado muchas otras buenas amistades imposibles de pasar por alto. Saludo a mis buenos amigos Sergio Omar Melo, con quien nos escapábamos de la escuela a los 14 años para pasear en colectivo, y muy especialmente a Gabriel Chiacchio, convertido en mi flamante compadre con la llegada de Belén, su segunda hija y mi primera ahijadita.

Y siguiendo con el tema de los buenos amigos, se aproxima a la terminal un micro con un montón de muchachos del interior y del exterior, a quienes tampoco puedo olvidar.

Quiero que reciban un fuerte abrazo virtual mis viejos camaradas rosarinos, Mariano Antenore, Claudio Gazzera, Pablo Esteve, Adrián Yódice, Gustavo Satanovsky y toda la banda, sin omisión; otro más para Carlitos Wallberg, mi amigo tucumano; otro muy especial para Raúl Vich, mi buen amigazo chaqueño al que deseo que le mejoren las cosas; y otros tantos para Gustavo Vorano, Roberto Tomassiello y para mis más que buenos amigos uruguayos, Arturo Aguerre, Alejandro Silva, Alberto Kaselis y a toda la mafia charrúa, sin distinciones.

Si cruzo la cordillera, me encontraré con una buena barra de amigos: Ricardo Adonis Ponce, Arturo Fernández Castro, Gabriel Narbona y Raúl Bustos. Y si voy aún más lejos, me encontraré con Marcos Oliveira en Brasil, a Carlos Novelo Rodríguez, Mario Alberto Rosas Cruz y a los hermanos Herrera Padierna en México, a Tito Dávila en Estados Unidos y a Miguel Segura, Javier Vivanco, Miguel Ramos y a David Gómez en España...

...y podría seguir hasta la eternidad o el hastío, que es lo que sentirán ustedes a esta altura de la lectura.

Pero no puedo despedirme sin decirle gracias a mis seres más queridos, a mi familia.

A mi mamá Azucena primero, que durante tantos años aguantó mis locuras y a toda la gavilla de voraces aficionados. Quién sabe cuantos hectolitros de té y café les habrá servido...

A mis hermanas Marta, que hasta se dignó en tomarme fotos de ómnibus en sus propias vacaciones y hasta a mi otra hermana, Alicia, que si bien está recluida en un convento, casada con Dios, no le impidió aportar a mi colección una hermosa foto de un tranvía Lacroze suburbano, cargado de niños y monjas durante un paseo...

Si hasta mi sobrino, Hernán, emigrado a Europa, me manda fotos y publicaciones desde Escocia...

Dejo para el anteúltimo lugar a Lilian, mi mujer, cuyo comportamiento es inversamente proporcional al de buena parte de las novias y/o esposas de los aficionados de este tema: en lugar de decir...

-          ¡Otra vez con estas pavadas! ¡Andá a arreglar el cuerito de la canilla!

...me apoya y fomenta esta afición, además de convertirse en la secretaria perfecta. Ella me brinda todo el apoyo para seguir adelante, me pincha para conseguir ciertas metas y, como si esto fuera poco, me ha conseguido unas fotos antiguas de la hostia. Serían la envidia de cualquier coleccionista, se los aseguro. Y que encima te las consiga tu mujer... ¿Qué más pedirle, aparte de un futuro feliz?

Y dejo para el final a Mario, mi papá, al que considero el principal responsable de que usted pueda leer estas líneas.

Él me transmitió su pasión por la historia. Cuando niño, durante las interminables caminatas que compartíamos, me enseñaba el porqué del nombre de tal calle, la historia de tal o cual edificio, qué construcción importante había en un terreno equis, antes de ser demolida y me enseñó innumerables curiosidades y rincones poco conocidos de Buenos Aires. Sé que él hizo nacer el germen de la afición por la historia en mí, gracias a los innumerables kilómetros recorridos a su lado, escuchando atentamente sus narraciones.

Por eso considero a BusARG una obra nacida de él y de su pasión por la historia a mí transmitida y a él se la dedico, con todo el amor del mundo.

Aunque hay algo que me duele en el alma.

Que no haya llegado a verla.

 

Alejandro Scartaccini.

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