1953 – 15 de abril – 2003

Paradoja Subterránea.

El 15 de abril de 2003 se cumplieron 50 años del peor atentado cometido contra la red de subterráneos porteños.

Además de ser el más grave, con numerosas víctimas, encierra una triste e increíble paradoja poco conocida pero al mismo tiempo aún palpable.

¿Por qué subterráneos en una página de buses? Porque, simplemente, es un importante eslabón en la cadena del transporte porteño cuya frondosa historia amerita ser contada en este pequeño museo virtual que día a día procuramos enriquecer.

¿Y por qué elegimos este tema para presentar a los Subtes en nuestro Sitio? Porque mucho se ha escrito sobre ellos, pero hasta ahora no hemos visto una sola nota que trate en profundidad este espinoso hecho histórico en el cual los transportes se mezclaron con la política de una manera desgraciada.


La situación política en abril de 1953.

No era un buen momento para el gobierno del general Perón. Una crisis económica aquejaba al país desde el año anterior y cada vez se agudizaba más y más.

Algunas medidas restrictivas del consumo aumentaron el descontento de la gente: comer pan negro se hizo algo cotidiano, se racionó la nafta y se fijó un cupo de 30 litros semanales por auto, se estableció una veda al consumo de carne y se modificó el horario de atención de los comercios, con el fin de racionar la escasa energía eléctrica disponible.

Era de esperar, ante tantas restricciones, que buena parte de la sociedad comenzara a mirar con malos ojos al régimen y a resistir a la insistente maquinaria de propaganda peronista.

Los grupos opositores a Perón vieron la oportunidad y comenzaron a actuar, muchas veces en la clandestinidad, para desestabilizar al gobierno. Para muchos el fin justificó
los medios y combatieron al Gran Conductor de cualquier manera y sin medir las posibles consecuencias de sus actos.

La fiel C.G.T. organizó una multitudinaria concentración cívica en Plaza de Mayo para apoyar a su líder, el 15 de abril de 1953. Pese a los vaticinios de la oposición, que esperaban una plaza vacía, el aparato sindical funcionó a la perfección y el acto fue realmente masivo.

Pero algunos pensaron, en su afán por hacer tambalear al régimen peronista, que este acto sería una buena oportunidad para dar un buen golpe de efecto.

Y pusieron manos a la obra.

Miércoles 14 de abril de 1953.

Según versiones publicadas en diferentes diarios de la época, fue un día antes del acto que El Jefe, El Ingeniero y El Ayudante se reunieron en un comercio cercano a Plaza Miserere con el fin de armar los explosivos que se utilizarían al día siguiente.

Tampoco puede descartarse que las bombas hubieran sido fabricadas anteriormente y que la reunión tuviera como objetivo planificar los pasos a seguir durante el acto. La información disponible lógicamente es escasa y se pueden aventurar numerosas hipótesis de lo ocurrido.

El local, de la firma Redondo Hnos. ubicado en la avenida Jujuy 47/51, entre Av. Rivadavia e Hipólito Yrigoyen, era el centro de actividades del Jefe. Allí solían fabricarse bombas, redactarse panfletos antiperonistas y organizarse reuniones políticas clandestinas.

El Ingeniero armó tres bombas de diferente poder destructivo. La más pequeña tenía 30 cartuchos de gelinita y fue destinada al Hotel Mayo, ubicado en la esquina de Defensa e Hipólito Yrigoyen y que se encontraba en refacciones. Otra algo más potente, armada con 50 cartuchos de gelinita, fue colocada en el octavo piso del Nuevo banco Italiano. Ésta finalmente no estalló, por defectos en el mecanismo de relojería.

Y la última y más poderosa, que contaba con 100 cartuchos, fue la que El Ingeniero y El Ayudante colocaron en la estación Plaza de Mayo de la línea “A” de subterráneos.

La reunión habría terminado a altas horas de la madrugada del día siguiente, a poco de la hora señalada para entrar en acción.

Jueves 15 de abril de 1953.

A las 4 de la tarde comenzó un paro general en la ciudad de Buenos Aires (en el Gran Buenos Aires, por razones de distancia, comenzó una hora antes), programado por la C.G.T. para facilitar la concurrencia de los trabajadores a la plaza. Poco después comenzaron a llegar las primeras columnas. A la hora del comienzo del acto, según las crónicas, la plaza reventaba.

Hacía 14 minutos que el General Perón desarrollaba su discurso. Versaba, en ese momento, del problema de la especulación, la explotación del agio por los malos comerciantes y del control de precios que se había establecido.

(...) “He repetido hasta el cansancio que en esta etapa de la economía argentina es indispensable que establezcamos un control de los precios. No sólo por el Gobierno y los inspectores, si no por cada uno de los que compran, que es el mejor inspector que defiende su bolsillo”.



“Y para los comerciantes que quieren los precios libres, he explicado hasta el cansancio que tal libertad de precios por el momento no puede establecerse. Bastaría un rápido análisis...

En ese momento se escuchó la primera explosión.

Era la bomba que El Ingeniero colocó debajo de una heladera en la confitería del Hotel Mayo, que estaba cerrado por refacciones y al cual fue relativamente fácil acceder.

Era la de menor poder, pero igualmente causó graves daños en el hotel y destrozos en las construcciones vecinas. Una de las cortinas metálicas fue arrancada de cuajo y
muchas ventanas y vidrieras quedaron destruidas, sobre todo del lado de la calle Defensa. La calzada quedó cubierta de cristales rotos y se registraron algunos heridos.

Se pudo ver al General Perón impartir indicaciones a algunos funcionarios que estaban
junto a él, mientras levantaba sus brazos con la intención de infundir calma en el público.

Y el discurso continuó.

“Compañeros: éstos, los mismos que hacen circular los rumores todos los días, parece que hoy se han sentido más rumorosos, queriéndonos colocar una bomba...

Y en ese instante se escuchó otro estallido, mucho más potente que el anterior: era la bomba colocada en la estación Plaza de Mayo, de cuyas bocas de acceso comenzó a emanar humo.

El Ingeniero la ubicó en una casilla, bajo un tablero eléctrico, en el andén. Los destrozos fueron cuantiosos y afectó a una formación estacionada e instalaciones fijas. La fotografía que acompaña esta nota muestra parte de los daños ocasionados.

Si bien las crónicas señalan que la estación estaba cerrada al público debido al acto, igualmente hubo 6 víctimas fatales. No nos consta si todas las muertes se registraron en la estación o si algunas son producto del estallido en el Hotel Mayo.

En un primer momento se identificaron 93 heridos entre los dos atentados, aunque posteriormente se barajaron cifras superiores al centenar. Muchos de ellos, como así también alguno de los muertos, eran empleados del subte, por aquellos años administrado por la empresa estatal Transportes de Buenos Aires.

Horas después, los muchachos peronistas se tomaron venganza de la agresión y destruyeron locales de varios partidos opositores y el edificio del Jockey Club, ubicado en la calle Florida 559 y que era uno de los símbolos indiscutidos de la tan odiada
oligarquía argentina.

Pero ésta, es otra historia.


(Foto: Archivo General de la Nación).


Lunes 11 de mayo de 1953.

Luego de investigaciones llevadas a cabo por personal de la comisaría 17° de la Policía Federal, se logró detener al Ingeniero.

Su detención fue la culminación de un rastreo iniciado tras la caída de un avión en el Uruguay, que trasladaba al Jefe y al Ayudante al vecino país, presumiblemente en búsqueda del dinero suficiente para facilitar la fuga del Ingeniero, el principal autor de los atentados, al exterior.

Los viajes de los integrantes del grupo subversivo al país hermano eran frecuentes y era costumbre utilizar documentos de identidad apócrifos. Justo en ese viaje trunco El Jefe utilizó una cédula de identidad expedida por la Policía Federal a nombre del Ingeniero. Este dato fue el punto de partida que permitió detenerlo junto a otras tres personas, en un departamento de la calle Juncal al 2100, en el que se había refugiado mientras esperaba el dinero necesario para escapar a otro país.

Tras su detención, El Ingeniero reconoció su participación en muchos atentados, entre ellos los del 15 de abril. Finalmente quedó alojado en la desaparecida Penitenciaría Nacional, que estaba ubicada en el solar que actualmente ocupa la Plaza Las Heras, en el barrio porteño de Recoleta.

Las paradójicas vueltas de la vida.

La suerte de los tres principales participantes de esta historia fue dispar.

No tenemos referencias de la suerte corrida por El Ayudante, llamado Carlos Alberto González Dogliotti, tras su liberación. El Jefe, Arturo Mathov, tuvo cierta notoriedad pública al llegar a ser diputado nacional.

Y podemos decir que El Ingeniero, tras esta etapa oscura y revolucionaria de su vida, tuvo mucha más suerte que sus compañeros. Vaya si la tuvo...

En junio de 1955, en el marco de una amplia amnistía política, recuperó su libertad. Y volvió a dedicarse a la política.

Durante la presidencia del Dr. Arturo Illia ocupó la secretaría General del Consejo Nacional de Desarrollo, ente más conocido como CONADE. Posteriormente, tras la caída del gobierno de Illia, actuó como planificador en el seno de la Organización de las Naciones Unidas.

Y con la vuelta de la democracia el 10 de diciembre de 1983, con el gobierno del Dr. Raúl Alfonsín, ocupó la cartera del Ministerio de Obras Públicas que abandonó el 25 de Mayo de 1985 para pasar a ser el titular del Ministerio de Defensa debido al fallecimiento de Raúl Borrás, su antecesor en el cargo.

Pocos meses después, el sábado 8 de febrero de 1986, falleció en circunstancias nunca aclaradas mientras nadaba en la pileta de su residencia oficial, en Campo de Mayo, luego de almorzar con un grupo de amigos y correligionarios de su partido.

Ya muchos habrán deducido su nombre, a esta altura de la lectura. Sí, es sorprendente: se trata de Roque Guillermo Carranza, el Ministro Carranza... ¡Sí, el mismo al que recuerda la estación homónima del subte “D”!

Inaugurada el 29 de diciembre de 1987, sobre la marcha las autoridades de Subterráneos de Buenos Aires sustituyeron al nombre elegido en primer lugar, General Savio, por el de nuestro amigo El Ingeniero.

No es nuestra función alabar o denostar su desempeño en los diferentes cargos que ocupó a lo largo de su vida política. Tal vez haya sido tan bueno o tan malo como cualquier otro funcionario.

Entremos en el terreno de las suposiciones: imaginemos que fue el mejor ministro que algún Gobierno haya tenido a lo largo de nuestros casi 200 años de historia como país independiente y que tenga bien merecido su homenaje.

Las posibilidades de recordar su supuesta encomiable trayectoria son infinitas: una estatua, una plaza, plazoleta o parque... o tal vez una calle, pasaje o autopista podrían llevar su nombre.

Pero... ¡¡¿una estación de subte?!! ¡¡Al autor del más trágico atentado en la historia de los subterráneos porteños se lo homenajeó con una estación en ese mismo medio de transporte contra el que atentó!!

Nos surgen muchas incógnitas al respecto. Y preguntas, muchas preguntas:

¿Qué criterio utilizaron las autoridades de Subterráneos de Buenos Aires para cambiar el nombre de General Savio por Ministro Carranza? ¿Habrán buceado aunque sea un poquito en la historia antes de tomar la decisión o ésta fue meramente política? ¿Habrán sabido del explosivo pasado del ministro Carranza?
Y la pregunta más dolorosa de todas.

Es de suponer que buena parte de los muertos en el atentado han dejado en este Mundo a parientes, amigos o descendientes que lloraron su partida. Y seguramente
algunos de los heridos aún vivan. Y tal vez arrastren secuelas de esa tragedia.

¿Cómo se sentirán, si es que alguna vez utilizaron el subte “D”, al ver el nombre del responsable de su desgracia inmortalizado en el andén?

¿Alguna vez habrá pensado en las víctimas quien haya sido el responsable de este desgraciado homenaje?

Permítasenos dudar...


Fuentes consultadas:
Diario La Nación, números varios de  abril de 1953 y del 9 de febrero de 1986.
Diario Clarín, números varios de abril y mayo de 1953 y 10 de diciembre de 1983.
Diario La Prensa, 13 de mayo de 1953.
Enciclopedia Perón, El hombre del Destino.
Agradecemos al Señor Héctor Frías su asesoramiento y la cesión de importante documentación, imprescindible para realizar esta reseña.


BusARG.com.ar - Primer Museo Virtual del Transporte Argentino ] Buenos Aires, Argentina
http://www.busARG.com.ar [ info@busarg.com.ar

© Copyright 2003 SoloBUS.ar // Division WEB. Todos los derechos reservados.
Division: Soluciones en Diseño Web
Web: http://www.solobus.com.ar - E-mail: info@solobus.com.ar