El transporte y los dichos populares.

Estoy en Pampa y la vía, como viola en un empeño... se lamenta Julio Sosa junto a la orquesta de Francisco Rotundo, en la versión más conocida del tango Bien Bohemio.

El cruce de Pampa y la vía se ha instalado en nuestro idioma cotidiano para indicar la pobreza más absoluta. Representa ruina, indigencia, no tener un centavo en el bolsillo... ¿Pero por qué?

Los transportes y el turf intervienen en la génesis de esta frase, de una manera muy curiosa.

El antiguo Hipódromo Nacional estaba ubicado dentro del solar delimitado por las actuales avenidas Del Libertador, Udaondo, Lugones y la calle Monroe. Si bien fue cerrado a comienzos de la década de 1930, aún hoy se conservan vestigios de su existencia.

Si observamos detenidamente un mapa de Buenos Aires, veremos que la calle Dr. Victorino de la Plaza, ubicada en el barrio popularmente conocido como Barrio River, se asemeja a una herradura. Esta curiosa forma obedece a que, simplemente, se la trazó sobre parte del recorrido de la antigua pista de carreras.

Para facilitar el acceso de los burreros al hipódromo (por aquellos años la zona no era muy poblada y el transporte público era escaso) la Compañía de Tranvías Anglo Argentina estableció una pequeña línea sin número, llamada simplemente “Hipódromo Nacional” o “Expreso Hipódromo” que desde la esquina de Iberá y Blandengues (hoy Avenida del Libertador) llegaba a... Pampa y la vía, en proximidades de las Barrancas de Belgrano y de la estación Belgrano “C” del Ferrocarril Central Argentino.

Era un recorrido de vía única, con apartaderos para permitir el paso del coche que venía en sentido contrario. El pasaje costaba 10 centavos y podían adquirirse boletos de ida y vuelta, especial para apostadores descontrolados. También era posible efectuar combinaciones con otras líneas de la empresa.

Y gracias a este pequeño servicio nació esa frase tan famosa: la expresión me quedé en Pampa y la vía era el lamento de los burreros desconsolados que llegaban a esta cabecera sin un centavo en el bolsillo, tras haber perdido todo su dinero en las carreras de caballos.

Lo único de valor que conservaban era el boleto de vuelta del tranvía que los depositaba en ese cruce y allí quedaban, a la buena de Dios, si no tenían la suerte de poseer el boleto combinación o de conservar 10 centavos para abonar el servicio principal que los devolvería, cabizbajos, a su hogar.

Por la popularidad que tomó esta frase es fácil suponer que la cantidad de desgraciados abandonados a su suerte en Pampa y la vía habrá sido enorme. El lunfardo la adoptó como parte de su léxico y, como ya señalamos, al menos un tango la recuerda.

Como dato curioso, podemos agregar que esta línea continuó sus operaciones hasta 1935, varios años después de que el hipódromo fuera cerrado para siempre. La foto fue tomada el día que el servicio finalizó y nos muestra, justamente, al último coche que circuló.


(Foto: publicación desconocida. Colección Adalberto Nogués).
Agradecemos a nuestros amigos, el arquitecto Aquilino González Podestá y el periodista Carlos Achával, la cesión de los datos que nos permitieron armar esta pequeña historia.

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