¡Recrudecen los destripadores!

Bajo el inquietante título, digno más de la crónica policial que de la ciudad de entrecasa, la revista PBT informaba, hace más de 55 años, sobre un flagelo que, no obstante el tiempo pasado, ha sido imposible desterrar: el vandalismo en las unidades de transporte público.

Este semanario alegre, político y deportivo -según se define desde la portada-, fue durante medio siglo referente del periodismo en el país. Desde sus páginas, el cronista Pedro Patti nos pintaba la escena, cuya introducción se desarrolla en un balneario de Núñez:

- ¡Che, qué elegante! ¿Y esto? ¡Te queda fenómeno! -exclama uno de los cuatro muchachones en malla, palpando el impecable y vistoso pantaloncito color tabaco que lleva otro que no ha de tener más de veinte años-. ¡Qué tela regia! ¿De qué es?
- De seda y nylon; es impermeable y suave como si uno no llevase nada.
- ¿Cuánto te costó el pantaloncito?
- El susto y la disparada, Lo que se dice, nada. Me lo hizo la vieja.
- El pantaloncito te lo habrá hecho la vieja, pero la tela... ¿De dónde sacaste la tela? ¿No me dirás que la recibiste de Londres por avión?
- Hombre, precisamente por avión, no; por... ómnibus.

El que habla se interrumpe al ver que uno de los individuos que estaban tendidos en la arena a dos pasos de distancia, aparentemente dormidos y tomando sol, se incorpora con prontitud, le semblantea un instante para interpelarle enseguida:

- ¡Ah! ¿Conque vos sos de los que se visten con tela inglesa que llega al país en ómnibus?¡Qué bien! ¡A vos precisamente te buscan! A ver, contame el truco que me interesa...

Este personaje que interrumpe al elegante bañista es un policía, gozando de su franco de servicio, que procede a detener al muchacho en cuestión, uno de los "destripadores" del transporte porteño.

El pantaloncito estaba confeccionado con una de las magníficas novedades de la industria textil británica: una tela de calidad superior, con las características de la seda y el nylon, de gran resistencia al sol y aislante de frío y calor. El pequeño detalle es que no se conseguía en las casas del ramo; se trataba de las cortinas de los flamantes micros Bedford OB recientemente llegados a Buenos Aires para reforzar los servicios de la ex Corporación de Transportes, ya en manos estatales.

En junio de 1951 salió a la calle el primer lote de los 386 flamantes Bedford. A las pocas semanas de estar en circulación, sus cortinas habían desaparecido y se habían transformado en carteras, bolsas de compras y pantalones como el del bañista de Núñez, que tuvo la mala suerte de ser descubierto.

Fig. 1. Bedford OB 1951 en la línea 29, a poco de su puesta en funcionamiento. Foto AGN.

Fig. 2. Esta es una de las cortinas de ómnibus que hurtan los irresponsables.

El mote de "destripadores" fue acuñado por los agentes de la Corporación para designar a estos individuos inadaptados que, dice la crónica, "destrozan deliberadamente los vehículos colectivos, a los que cortan el cuero de los respaldares, a los que entierran los dedos en los asientos y destripan la goma, a los que rompen los vidrios, a los que roban las manijas de bronce y las malvenden a los reducidores, a los que viajan con el único fin de llevarse los tornillos, las agarraderas de los asientos, todo lo que tenga un poco de valor y puedan llevárselo disimuladamente."

"Existen ciertos especimenes ciudadanos -cataloga el periodista- de temperamento explosivo, que se fastidian por cualquier cosa y, como en el fondo son cobardes, se desquitan y descompresionan cuando nadie les ve, con el cortaplumas y dando tremendos tajos al espaldar del asiento de adelante (...) con la placentera sensación del que se venga de algo o de alguien"

Así había pasado un par de semanas atrás, en un colectivo nocturno que recorría Belgrano, cuando el único pasajero "de unos treinta y cinco años y bien puesto", fue descubierto por el conductor, a través del espejo, "metiendo los dedos en el asiento, hurgando la goma, destrozándola". Al rato, en la comisaría, el hombre confesó que había peleado con su novia y después, "profundamente mortificado, herido, irritado, allí estaba en el colectivo (...) descargando inconscientemente su furia contra el asiento..."

Convengamos que aquí, la evaluación del cronista, al poner "inconscientemente", releva de la categoría de vándalo al novio desairado, aunque no le resta responsabilidad a su impronta destructiva. En fin, así era también la redacción de la época.

Los problemas se acentuaban los domingos, al término de los partidos de fútbol, donde : "abundan los disconformes, los defraudados, los que echan pestes contra los ganadores y... se desquitan de una manera bestial, primitiva (...) inconcebible en ciudadanos de una metrópoli como la nuestra" y otro tanto ocurría con los "desvalijados en los hipódromos" que "regresan con la boca amarga y destripando asientos..."

Fig. 3. Las simpatías deportivas también dañan.

El periodista remata: "A estos palurdos de marca mayor hay que desenmascararlos e individualizarlos, señalándolos con el dedo levantado y bien de frente, pues son los que complican más todavía la convivencia ciudadana, saboteando de manera sensible y directa el costo de explotación de este medio de transporte: muchos vehículos deben ser retirados diariamente de la calle significando, entre pitos y flautas, un desembolso de setecientos pesos mensuales por unidad..."

Con un total de 1.200 colectivos en circulación, el cálculo proyectado llevaba la cifra de pérdidas a más de 10 millones anuales, y sin contar tranvías y ómnibus.

La revista PBT seguía por entonces con entusiasmo los logros del gobierno. En este caso las simpatías políticas podrían traducirse en la defensa de la renovación del transporte urbano encarada por el Estado, pero no podemos dejar de coincidir con la denuncia, aunque el estilo de algunos párrafos de la nota, vistos a la distancia, nos pinten una sonrisa.

Afortunadamente, la depredación ha disminuido en la actualidad, pero en cambio ha recrudecido en los trenes. Esta, que podría ser una "nota de color", termina siendo una muestra de que no todo tiempo pasado fue mejor...

Fig. 4. Un operario cosiendo un asiento que fue cortado con saña y deliberación.

Fig. 5. Componer los destrozos del día anterior es una tarea de gran volumen.

ANIBAL TRASMONTE

Junio 2007

En base al artículo "¡Recrudecen los destripadores!"; PBT Nº 796, 21/12/1951.

Las figuras 2 a 5 son de la nota original. Se ha respetado la redacción de los epígrafes.

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